Mientras reina la timba y la especulación financiera, la industria nacional se va a pique. Laburantes, empresarios pymes e incluso grandes empresarios y grupos económicos nacionales son golpeados por una política que tiene la entrega como una línea estratégica.
La política económica del gobierno de Javier Milei está generando un efecto devastador sobre la industria y el empleo en todo el país. El shock de apertura importadora, la caída históricamente profunda del consumo y la recesión inducida con orgullo desde el Ejecutivo están desmontando el tejido productivo argentino. Los sindicatos hablan sin rodeos de desindustrialización planificada.
La postal se repite: persianas bajas, operarios en la calle, empresarios que abandonan la producción para convertirse en importadores y fábricas que pasan de ser símbolos de autonomía económica a depósitos vacíos.
Whirlpool y la fábrica que duró tres años
El golpe más visible fue en Pilar. Whirlpool cerró su planta en el Parque Industrial de Pilar y despidió a los 220 trabajadores que sostenían una línea de producción destinada incluso a la exportación. La planta que había sido anunciada como emblema de competitividad hoy está vacía. La explicación oficial: caída de ventas y competencia feroz de productos importados.
El caso es paradigmático: no se trata de “ineficiencia argentina”, sino de una política que premia al que trae y castiga al que produce.
Santa Fe: Essen, Corven y Cramaco, tres señales de alarma
En el sur santafesino, la fábrica de ollas Essen redujo más de 30 puestos y la UOM ya registra más de 90 desvinculaciones encubiertas en los últimos meses. Mientras despide, incorpora piezas importadas que reemplazan trabajo nacional.
En Venado Tuerto, la autopartista Corven recortó 150 empleos y cambia el perfil productivo: empresarios viajando a China no para competir, sino para traer partes listas y ensamblar. La advertencia gremial es contundente: “Esto va a barrer con miles de empleos industriales”.
En Sastre, Cramaco (ex DBT) despidió al 90% del personal y directamente dejó de fabricar generadores. Pasó de industria nacional a importadora en cuestión de semanas.
Electrodomésticos y comercios: Frávega y un derrumbe en cadena
Frávega cerró sin aviso su sucursal en Temperley, como ya había hecho en Pergamino. El sector anticipa más cierres y despidos. La caída del consumo —producto de la licuación salarial y el ajuste del mercado interno— deja sin margen ni siquiera a las grandes cadenas.

Un mapa de recesión federal
La crisis no distingue provincias ni ramas productivas:
- Sealed Air (Quilmes): 89 despidos y conciliación obligatoria.
- TN Platex (Corrientes): cierra línea de producción textil, 20 despidos directos.
- Panpack (Tucumán): de 500 trabajadores quedan 80.
- Dana (San Luis): cierre total, 60 familias en la calle.
- Newsan (Tierra del Fuego): más de 150 despidos en electrónica.
- ARSA-SanCor (Buenos Aires/Santa Fe): quiebra, 400 afectados.
- Luxo y Vulcalar (La Rioja): cierre definitivo, casi 100 desempleados.
- Alliance One (Jujuy): 120 despidos en tabaco.
A esto se suma una ola de conflictos que van desde Río Turbio (YCRT) hasta Jujuy (Ledesma) y Chaco (Coteminas), con paros, acampes, sueldos adeudados y amenazas de reemplazar trabajadores con contratos basura.
Un modelo económico que ya conocemos
Según el CEPA, desde la llegada de Milei se destruyen en promedio 30 empresas por día y 276.000 empleos formales ya fueron barridos. No es un efecto colateral, sino un resultado buscado: disciplinar al movimiento obrero, reducir la industria y asegurar un país primario-exportador, dependiente de importaciones.
La UOM y otros gremios ya no hablan de crisis sectoriales: denuncian una orientación estratégica para desmantelar la capacidad productiva argentina y reconstruir el viejo sueño neoliberal de la “economía abierta” donde pocos ganan y muchos desaparecen.
¿Quién se beneficia con la desindustrialización?
Mientras miles de familias pierden su sustento, se consolidan negocios importadores, especulación financiera y un modelo donde la producción local es prescindible. Se cierra el círculo: menos industria, más pobreza, menor capacidad política de las mayorías.
“En Pilar, en Venado Tuerto, en el conurbano: esto no es un fenómeno aislado. Es el modelo de país que se está ejecutando”, resume el dirigente metalúrgico Diego Olave.
Una disputa estratégica: país con fábricas o país dependiente
Lo que está en juego no es solo empleo: es la soberanía industrial como base de cualquier proyecto nacional. La historia argentina demuestra que sin industria no hay movilidad social, no hay integración territorial y no hay democracia económica.
Cada cierre de planta es una advertencia. Pero también un llamado a defender el derecho a producir y trabajar en nuestra propia tierra.
En este contexto, el peronismo tiene un enorme potencial para volver a poner a todos los actores del complejo industrial nacional en sintonía para volver a crecer como movimiento nacional y recuperar el trabajo, la industria y el mercado interno como ejes de crecimiento.




