Prepararse realmente para el camino de la organización política supone mucho más que reunirse, deliberar, compartir diagnósticos, tuitear o vomitar por WhatsApp. Se trata de elegir, adaptar y construir colectivamente herramientas que articulen la voluntad popular en fuerza transformadora y emancipatoria. La clave de toda organización debe estar en la “tecnología social”: la técnica invisible y estratégica que coordina tareas, distribuye responsabilidades y orienta el esfuerzo común hacia un horizonte compartido.
Las formas organizativas del campo nacional y popular han reflejado históricamente no solo la creatividad política, sino también los límites y desafíos de cada época. Aquí hacemos un breve resumen de algunas de las herramientas organizativas más extendidas y ejemplos de nuestra historia:
Sobre los tipos de herramientas organizativas:
- 1. Agrupaciones
Las agrupaciones se configuran como espacios políticos de base, con ámbito específico y común de acción, organización orgánica relativamente simple, a menudo de carácter asambleario o con fuerte participación, orientadas a logros concretos: conducción de un sindicato, un centro de estudiantes, una reivindicación local. Este tipo de instrumento ha tenido una larga vigencia en Argentina, como forma de articular en lo inmediato entre masas y estructuras. Por ejemplo, dentro del peronismo existieron agrupaciones universitarias que desde los años 50 hasta los 70 jugaron un rol clave en la movilización estudiantil. También las “62 Organizaciones Gremiales Peronistas” pueden reconocerse como un tipo de agregación sindical-agrupativa vinculada al movimiento obrero peronista.
La ventaja de esta herramienta es que permite acción directa, participación rápida, vínculo cercano con los militantes; su límite es que, al quedar encerrada en ámbitos específicos o reivindicativos, la articulación estratégica más amplia (territorial, sectorial, nacional) se vuelve difícil. - 2. Movimientos
El movimiento político representa una forma más amplia, que pretende articular diversidad de sujetos sociales bajo valores, principios o una causa compartida, sin exigir uniformidad absoluta. En el campo nacional-popular esta herramienta ha sido vital: el Peronismo suele considerarse como un movimiento político de liberación nacional, que logró incorporar al conjunto de la clase trabajadora, los sectores populares urbanos y las capas periféricas de lo social. También en América Latina, los estudios del populismo muestran cómo los movimientos emergen en la crisis del siglo XX para canalizar la demanda social y reorganizar el Estado nacional-popular.
Desde la óptica del campo nacional y popular, el movimiento tiene la ventaja de constituirse como espacio de ampliación, movilización masiva, y construcción de subjetividad colectiva. Pero su fragilidad se da cuando no consigue canalizar esa masa en estructura política coherente o en conducción estratégica. - 3. Frentes políticos
El frente político es una herramienta de articulación de organizaciones diversas (agrupaciones, partidos, movimientos) en torno a intereses comunes, normalmente de carácter estratégico, no simplemente coyuntural. Aquí la diferencia con el “movimiento” es que el frente no necesariamente busca una identidad única, sino un acuerdo en función de objetivos compartidos, que puede tener carácter transitorio. En nuestro contexto, aunque en Argentina el peronismo tuvo tal grado de centralización que quizá acuñó la función de “agregador” social, en otros países latinoamericanos el frente ha sido decisivo: por ejemplo el Frente Amplio en Uruguay, o la Unión Popular en Chile (aunque cada caso con sus singularidades) alguna vez intentaron articular el campo nacional-popular más amplio en tiempos críticos.
Para el campo nacional‐popular argentino, el frente podría revalorizarse como instrumento de unidad estratégica sin someterse simplemente al electoralismo, sino como pacto de articulación territorial, multisectorial y orgánico. Su riesgo es volverse mera coalición electoral pasajera si no se sostiene en proyecto, formación y acción. - 4. Partidos políticos
Los partidos políticos constituyen estructuras organizativas orientadas a la representación, al ejercicio institucional del poder y la conquista del Estado. Pero dentro de ese marco, conviene diferenciar dos grandes tradiciones, desde la óptica del nacional-popular:
El partido de tipo demoliberal: nacido en la lógica de representación de opinión, en la democracia burguesa, en la que la ciudadanía se reduce a votantes, la política se exterioriza en campañas de mercado de ideas y el acceso al poder se da por elecciones reguladas. Este tipo de partido tiene limitaciones para el campo nacional-popular porque suele priorizar el electoralismo, la mediación institucional, la representación más que la movilización de base o la transformación social.
Desde la perspectiva del campo nacional-popular que promueve Viento Sur, la forma partidaria no debe perder de vista que es herramienta para el poder (y la transformación), pero no debe quedar atrapada sólo en la lógica electoral o de representación ideológica desvinculada del territorio y la base socia - 5. Multisectoriales y otras formas organizativas
Más allá de las herramientas anteriores, deben mencionarse otras formas organizativas menos convencionales o más adaptadas a las necesidades contemporáneas del campo nacional‐popular: las multisectoriales que reúnen sindicatos, movimientos sociales, cooperativas, organizaciones barriales; las redes comunitarias, los colectivos culturales, las comisiones internas, las clubes de base, las comunidades virtuales. Un ejemplo reciente en Argentina lo constituye un nuevo frente multisectorial de organizaciones sociales y gremiales que se formó para protestar contra políticas de ajuste, integrado por la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y sindicatos de la CGT, CTA, etc.
Estas herramientas permiten mayor flexibilidad, rapidez de articulación, intersección entre lo sindical, lo barrial, lo cooperativo, lo juvenil. Son fundamentales en la fase de reorganización de base que atraviesa el nacional‐popular frente a la ofensiva neoliberal y la fragmentación social.

El desafío actual es reinventar el modo de habitar y disputar la política, frente a una crisis de representación y de herramientas tradicionales. La fragmentación social y la ofensiva neoliberal imponen la necesidad de volver a lo colectivo, no solo como suma de individualidades, sino como construcción integral de comunidad organizada. La política, enseña la experiencia nacional y popular, no surge desde arriba ni desde consultoras: nace y se reproduce en los territorios, en los vínculos concretos, en la articulación entre movimiento, base y conducción. El programa democrático nunca debe separarse de la estrategia y de la táctica para la acumulación consciente de fuerzas.
Esta etapa exige, entonces, organizaciones de nuevo tipo: dinámicas, ágiles, con formas celulares o modulares que reproducen criterio común, formación sostenida y disciplina basada en la comprensión compartida de la tarea histórica. No se trata de representación vacía ni de simple contención de la diversidad, sino de forjar sujetos políticos entrenados para intervenir con coherencia, decisión y visión estratégica. La unidad de acción se basa ante todo en unidad de concepción, en la paciencia para formar cuadros y sedimentar criterios comunes —como muestra tanto la experiencia nacional-popular como la de FORJA y el peronismo clásico.
Pero ninguna técnica estructural suplanta la mística revolucionaria: toda transformación duradera exige entrega y la convicción profunda de que la acción excede el beneficio individual. La historia de los procesos emancipatorios marca que quienes torcieron el curso de lo posible fueron los que apostaron a una causa mayor y construyeron confianza colectiva, no obediencia ciega.
En suma, recuperar y actualizar la tecnología organizativa del campo nacional y popular implica:
- Articular frentes y movimientos como engranajes de una acumulación planificada, anclada en el territorio y la base social.
- Propiciar la creación y fortalecimiento de redes autónomas, comunitarias, entre lo sindical, lo estudiantil, lo cooperativo, lo feminista y lo cultural.
- Sostener el debate programático actualizado que no sea solo una lista de buenas intenciones, sino la expresión de poder popular, soberanía y justicia social.
- Fomentar la formación política rigurosa y la constitución de espacios de planificación, formación y debate, para garantizar que el despliegue territorial y sectorial sea funcional a una estrategia nacional de emancipación.
- Fortalecer nuestra identidad histórica, solidaria y colectiva, frente a la construcción de subjetividad promovida por los centros de poder mediante las plataformas digitales.
- Reposicionar la unidad nacional-popular como horizonte estratégico, superando el electoralismo y recuperando la tradición movimientista, con participación popular y democracia desde abajo.
Limitaciones de las construcciones actuales y la urgencia de organizaciones de nuevo tipo
Heterogeneización del trabajo y debilitamiento de la columna vertebral obrera
En las últimas décadas, el trabajo en la Argentina se ha vuelto cada vez más heterogéneo y precario. El avance del neoliberalismo, la informalidad, el auge del trabajo por plataformas digitales y la fragmentación del empleo han erosionado el peso estructural de la clase trabajadora formal, históricamente considerada la columna vertebral del movimiento nacional y popular. El sindicalismo, antes capaz de expresar el interés del conjunto y coordinar grandes movilizaciones, quedó limitado por la dispersión y la sobrevida en pequeños nichos organizativos. Esta “heterogeneización” no solo fragmenta derechos y condiciones laborales sino también identidades y estrategias de lucha, dificultando la construcción de una agenda común y de poder real frente a los sectores concentrados.
Estatalización de la militancia, reducción de autonomía y capacidad movilizadora
El debilitamiento de los espacios autónomos de organización popular se expresa en la creciente dependencia de las estructuras estatales para sostener la actividad militante. Programas de empleo, contratos precarios y asistencialismo focalizado han reemplazado muchas instancias de organización genuina, transformando a sectores de la militancia en “gestores de políticas” y no en agentes de movilización autónoma. Este proceso implica una reducción de la capacidad de interpelar desde afuera al Estado y de construir poder real sin depender de la lógica y los recursos administrativos, lo que debilita la potencia transformadora de la organización social y política.
Retroceso de ramas, frentes y regionales como soporte de la heterogeneidad popular
El abandono de la tradición movimientista —con su articulación de ramas gremiales, frentes sectoriales y regionales territoriales— ha disminuido la fuerza cohesionadora del campo popular. Cuando las estructuras intermedias dejan de funcionar, la militancia se vuelve más dispersa, autónoma o testimonial, perdiéndose la posibilidad de coordinar lo diverso en una estrategia común y de transformar una suma de demandas parciales en un proyecto político integral. Los frentes y regionales no solo permiten acumular fuerzas: son espacios de formación, debate y planificación que articulan lo sectorial con lo nacional, y su retroceso debilita la capacidad de construir alternativas de poder.
Pérdida de protagonismo real, reemplazado por acuerdos de cúpulas y marketing electoral
En este nuevo ciclo político, la democracia interna y el protagonismo popular han sido sustituidos por arreglos de cúpulas, negociación de listas y estrategias de marketing enfocadas en ganar elecciones y gestionar la coyuntura. La participación de base se reduce, y la política se programa desde arriba, a espaldas de la militancia real, lo que produce desencanto, desmovilización y desapego. En lugar de fortalecer el protagonismo popular, se lo reemplaza por estrategias de comunicación y acuerdos cerrados que desorganizan la construcción del poder popular, sustituyendo el proyecto colectivo por objetivos personales o electoralistas.
Así, la organización de nuevo tipo es la herramienta viva, en evolución constante, capaz de articular voluntades libres en torno a un mismo propósito: la emancipación de nuestro pueblo. La tarea está en marcha: refundar la esperanza sobre nuevas bases, para que la historia no sea solo resistencia sino victoria colectiva.




